martes, 28 de octubre de 2014

Mis faros humanizados.

Algunas veces, menos de las que hubiese querido, he dado charlas sobre los faros a los chavales en los colegios. En ellas les hablo de su historia, de su evolución, de cómo funcionan, de cómo era la vida de los fareros... también les enseño lámparas antiguas, grandes bombillas que en otros tiempos alumbraron en la lente de algún faro español y al final, con una pequeña baliza, les enseño cómo funciona la lente de Fresnel concentrando la luz en un haz horizontal. Procuro que se sientan "importantes" y agradecidos a sus maestros porque están viendo cosas que pocas personas han visto. Al fin y al cabo son críos y, para que no se aburran, les hago alguna broma de vez en cuando, les pongo alguna imagen simpática y les digo que los faros, muchas veces, son como las personas. Entonces entran una serie de fotos de torres: una alta y delgada (como algunas personas), otra bajita y regordeta, una de un faro antiguo y clásico y otra de uno moderno. Al final, en cada una de ellas, los críos reconocen a una persona de su entorno. Entre las fotografías que les muestro cuando hablo del parecido entre faros y personas aparece esta de la izquierda: es el faro portugués de Montedor, a pocos kilómetros de Galicia. Ellos tienen que imaginarse que se trata de un hombre y tienen que decir cómo es: De entrada todos gritan: ¡Altooooo!, no falla, pero después van opinando sobre su carácter, su profesión...  si les das a elegir todos optan porque es un hombre serio, y que puede ser un policía más que un tendero o un maestro. ¿Qué pensáis vosotros? seguramente tengan razón ¿verdad?  Después les pido (igual que a vosotros ahora) que imaginen cómo es la escalera de ese faro, y les ofrezco 3 posibilidades, estas tres que véis aquí.



Ellos suelen votar por la segunda: la imagen del exterior de la torre les hace imaginar que, por dentro, el faro es así.  ¿Pero es realmente esa?  No sé cual habrás pensado tú que lees esto, pero la escalera de esta torre de piedra es la primera. ¿Qué les ha pasado a los críos?  Simplemente lo mismo que nos ocurre tantas y tantas veces  a los mayores, aquello que, de una u otra manera van aprendiendo de nuestro comportamiento: han etiquetado al faro, han dicho cómo es su interior sin conocerlo, basándose solamente en su aspecto exterior.  Cuando les digo cual es la escalera son reacios a creerlo, les cuesta, después se ríen, se sorprenden. Al final entienden por qué se equivocaron. ¿Aprenderemos los mayores algún día a conocer antes de calificar?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pues yo he pensado en la misma que los niños y he es cierto, vemos por fuera y sin más decidimos como es la torre por dentro, lo malo es que como bien dice usted con las personas nos pasa lo mismo. Creo que es una bonita lección para los niños y los que ya no lo somos.