Gracias a la navegación el hombre
se sintió libre y capaz de buscar nuevos
mundos, conoció otras culturas y llevó a otras tierras cosas que eran desconocidas
para sus habitantes. Las embarcaciones se hicieron más grandes, más poderosas y
capaces de alejarse más y más de sus puertos, pero todo eso hubiese sido
imposible de conseguir en el mar sin la ayuda de los faros en la costa. Ellos
forman parte de la historia de la Humanidad desde hace miles de años y su labor
debe ser conocida y reconocida por todos.
Un faro es un monumento a la generosidad, a la solidaridad. La luz de un
faro guía y ayuda en la oscuridad de la noche a cualquiera que lo necesite sin mirar el
color de su piel, la lengua que habla, su razón social o su clase económica. Y
los fareros se encargan de que esa luz esté cada noche encendida, para todos,
para ayudar a gente que posiblemente no conocerán jamás.
Andalucía tiene faros únicos en España. Un buen ejemplo de ello es el de Cádiz,
levantado dentro del reciento del
Castillo de San Sebastián, una torre metálica de 37 metros de altura que
es el único de estas características que sigue en funcionamiento en nuestro
país. ¿Qué gaditano no ha visto su faro desde la playa de la Caleta, o desde el
paseo de Fernando Quiñones? Pero, ¿Cuántos son los que han visto la Caleta o la
Catedral desde lo alto del faro? Yo, que
no soy gaditano, he tenido esa suerte. Subir al faro de Cádiz produce un choque
de emociones. Por un lado te sientes alguien afortunado por ver la milenaria
ciudad desde un punto de vista completamente diferente, por ver el mar a tus
pies, la Caleta, el Campo del Sur o la Catedral como muy pocas personas lo han
visto. Y es ese mismo convencimiento de saber que son pocos los ojos que han
disfrutado de esas vistas el que te trae un pensamiento y una pregunta: ¿Por
qué algo tan maravilloso no puede verlo y disfrutarlo la inmensa mayoría de los
andaluces? Tal vez esta pregunta se responda con otra pregunta: ¿Quién pide
subir al faro, a cualquier faro?
Tal
vez los andaluces pequemos de menospreciar el valor de nuestras cosas. Si
hablamos de lluvia pensamos en Galicia, en Asturias o en el País Vasco y
olvidamos que donde más llueve de toda España es en Grazalema. Si hablamos de
montañas pensamos en los Pirineos o en los Picos de Europa, cuando tenemos en
Sierra Nevada el pico más alto de la península. ¿Saben ustedes dónde está el
faro habitado a mayor altura sobre el nivel del mar en España? No es en la
costa cantábrica, ni en las rías gallegas, es en Carboneras, en la provincia de
Almería, y es el faro de Mesa Roldán. El que
tiene su foco a mayor altura sobre el nivel del mar en España y en todo el
Mediterráneo no está en la Costa Brava, está muy cerca del anterior y es el
faro de la Polacra: su luz luce a 281 metros sobre las aguas del viejo Mare
Nostrum. ¿Y qué decir del faro chipionero que con sus casi 70 metros es el más
alto de España y uno de los más altos del mundo?
Estos
faros, y el de Trafalgar, el de Cabo de Gata,
el de Tarifa, el de Bonanza, el
de Punta Carnero, el de Calaburras o la Farola de Málaga son mucho más que
señales de ayuda a la navegación: son historia, son arte, son patrimonio
andaluz. Y somos los andaluces quienes tenemos que cuidarlos y protegerlos,
quienes tenemos que hacer que, a pesar de los nuevos sistemas de navegación,
los faros perduren en nuestras costas,
que no se pierdan como se perderá la figura del farero. Tenemos que
salvaguardarlos para las generaciones venideras y tenemos que disfrutarlos,
dentro de lo posible y de unas limitaciones lógicas, de la misma manera que disfrutamos nuestros
parques, nuestros museos o los cascos históricos de nuestras ciudades y
nuestros pueblos.
La
lámpara de un faro emite sus rayos de luz en todas direcciones, pero la lente
de Fresnel que la rodea los recoge, los centraliza y los une. El resultado es
una luz visible a decenas de kilómetros. Algo parecido nos pasa a las personas:
aunque tengamos los mismos objetivos si no nos unimos nuestras fuerzas se
pierden en mil rayos diferentes que van en mil direcciones diferentes.
Necesitamos esa lente de Fresnel que aglutine nuestra luz y la envíe, clara y
potente, en la dirección correcta. Si no lo intentamos juntos pocas
posibilidades de alcanzar lo más mínimo tendremos. De aquí nace la idea de esta Asociación. No hace falta ser andaluz para amar nuestros faros, no es necesario saber quien inventó la válvula solar ni que es un flotador de mercurio, ni siquiera es preciso conocer el funcionamiento de un faro para formar parte de esta asociación, lo único que hace falta es que te interese esta parte de nuestro patrimonio, que sepas que los faros son historia viva que no podemos dejar morir en el olvido y el abandono. Son nuestros, y tenemos que hacer todo lo posible para que nuestros hijos, y los hijos de nuestros hijos, sigan viéndolos desafiando a los vientos y guiando en la oscuridad de la noche a los hombres de la mar.
F.G.M.
3 comentarios:
Hoy es noche de Reyes y yo les hago esta p::etición para la Asociación: Un camino lleno de logros y que se consigan todos los retos que se vayan planteando.
Desde Cáceres, un abrazo
Desde el cabo de Trafalgar aplaudimos iniciativas como las que propone su proyecto. Gracias, estaremos atentos a sus propuestas.
Somos conscientes de que algunos de los retos que nos proponemos no serán fáciles, que habrán cosas que jamás logremos, pero también estamos convencidos de que entre todos haremos realidad buena parte de esos proyectos. Seguro que los Reyes Magos nos traen muchas de esas cosas.
Trafalgar es un lugar que me trae muy buenos recuerdos (jo, me acabo de acordar que allí perdí unas gafas de sol) y contar con vuestro apoyo es una buena inyección de ánimos. Gracias a ambos por vuestras palabras.
Un saludo desde la A.A.F.A.
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